RIMAS XXV a XXIX
XXV - Despierta, tiemblo al mirarte
XXVI - Asomaba a sus ojos una lágrima
XXVII - Cuando me lo contaron sentí el frío
XXVIII - ¡Hoy como ayer, mañana como hoy
XXIX - No sé lo que he soñado
XXV
Despierta, tiemblo al mirarte;
dormida, me atrevo a verte;
por eso, alma de mi alma,
yo velo mientras tú duermes.
Despierta, ríes; y al reír, tus labios
inquietos me parecen
relámpagos de grana que serpean
sobre un cielo de nieve.
Dormida, los extremos de tu boca,
pliega sonrisa leve,
suave como el rastro luminoso
que deja un sol que muere...
-¡Duerme!
Despierta, miras, y al mirar, tus ojos
húmedos resplandecen
como la onda azul, en cuya cresta
chispeando el sol hiere.
A través de tus párpados, dormida,
tranquilo fulgor viertes,
cual derrama de luz templado rayo
lámpara transparente...
-¡Duerme!
Despierta, hablas, y al hablar, vibrantes
tus palabras parecen
lluvia de perlas que en dorada copa
se derrama a torrentes.
Dormida, en el murmullo de tu aliento
acompasado y tenue,
escucho yo un poema, que mi alma
enamorada entiende...
-¡Duerme!
Sobre el corazón la mano
me he puesto porque no suene
su latido, y de la noche
turbe la calma solemne.
De tu balcón las persianas
cerré ya, porque no entre
el resplandor enojoso
de la aurora y te despierte...
-¡Duerme!
XXVI
Asomaba a sus ojos una lágrima
y a mi labio una frase de perdón;
habló el orgullo y se enjugó su llanto.
Y la frase en mis labios expiró.
Yo voy por un camino; ella por otro;
pero al pensar en nuestro mutuo amor,
yo digo aún: ¿Por qué callé aquel día?
Y ella dirá: ¿Por qué no lloré yo?
XXVII
Cuando me lo contaron sentí el frío
de una hoja de acero en las entrañas;
me apoyé contra el muro y un instante
la conciencia perdí de donde estaba.
Cayó sobre mi espíritu la noche;
en ira y en piedad se anegó el alma...
¡Y entonces comprendí por qué se llora,
y entonces comprendí por qué se mata!
Pasó la nube de dolor... con pena
logré balbucear breves palabras...
¿Quién me dio la noticia?., Un fiel amigo...
¡Me hacía un gran favor!... Le di las gracias.
XXVIII
¡Hoy como ayer, mañana como hoy,
y siempre igual!
¡Un cielo gris, un horizonte eterno...
y andar... andar!
Moviéndose a compás, como una estúpida
máquina, el corazón;
la torpe inteligencia del cerebro,
dormida en un rincón...
¡El alma, que ambiciona un paraiso...
buscándolo sin fe;
fatiga sin objeto, ola que rueda
ignorando el por qué!
¡Voz que incesante con el mismo tono
canta el mismo cantar;
gota de agua monótona que cae,
y cae sin cesar!
Así van deslizándose los días
unos de otros en pos,
hoy lo mismo que ayer... y todos ellos
sin goce ni dolor.
¡Ay! A veces me acuerdo suspirando
de antiguo sufrir...
¡Amargo es el dolor, pero siquiera
padecer es vivir!
XXIX
No sé lo que he soñado
en la noche pasada;
triste, muy triste debió ser el sueño,
pues despierto la angustia me duraba.
Noté, al incorporarme,
húmeda la almohada,
y, por primera vez sentí, al notarlo,
de un amargo placer henchirse el alma.
Triste cosa es el sueño
que llanto nos arranca;
mas tengo en mi tristeza una alegría...
¡Sé que aún me quedan lágrimas!