RIMAS XIII a XVIII
XIII - Las ropas desceñidas
XIV - ¿Será verdad que, cuando toca el sueño
XV - Saeta que voladora
XVI - Como la brisa que la sangre orea
XVII - Besa el agua que gime blandamente
XVIII - Del salón en el ángulo oscuro
XIII
Las ropas desceñidas
desnudas las espaldas,
en el umbral de oro de la puerta,
dos ángeles velaban.
Me aproximé a los hierros
que defienden la entrada,
y, de las dobles rejas en el fondo,
la vi, confusa y blanca.
La vi como la imagen
que en leve sueño pasa,
como un rayo de luz, tenue y difuso,
que entre tinieblas nada.
Me sentí de un ardiente
deseo llena el alma;
¡como atrae un abismo, aquel misterio
hacia sí me arrastraba!
Mas, ¡ay!, que de los ángeles
parecían decirme las miradas :
" ¡El umbral de esta puerta
sólo Dios lo traspasa! "
XIV
¿Será verdad que, cuando toca el sueño
con sus dedos de rosa nuestros ojos,
de la cárcel que habita huye el espíritu
en vuelo presuroso?
¿Será verdad que, huésped de las nieblas,
de la brisa nocturna al tenue soplo,
alado, sube a la región vacía
a encontrarse con otros?
¿y allí, desnudo de la humana forma,
allí, los lazos terrenales rotos,
breves horas habita de la idea
el mundo silencioso?
¿y ríe y llora y aborrece y ama
y guarda un rastro del dolor y el gozo,
semejante al que deja, cuando cruza
el cielo, un meteoro?
¡Yo no sé si ese mundo de visiones
vive fuera o va dentro de nosotros;
pero sé que conozco a muchas gentes
a quienes no conozco!
XV
Saeta que voladora
cruza arrojada al azar,
sin adivinarse donde
temblando se clavará;
hoja que del árbol seca
arrebata el vendaval,
sin que nadie acierte el surco
donde a caer volverá;
gigante ola que el viento
riza y empuja en el mar,
y rueda, y pasa, y no sabe
qué playa buscando va;
luz que en cerros temblorosos
brilla, próxima a expirar,
ignorándose cuál de ellos
el último brillará;
ése soy yo que al acaso
cruzo el mundo, sin pensar
en donde vengo, ni adonde
mis pasos me llevarán.
XVI
Como la brisa que la sangre orea
sobre el oscuro campo de batalla,
cargada de perfumes y armonías
con el silencio de la noche vaga;
símbolo del dolor y la ternura,
del bardo inglés en el horrible drama,
la dulce Ofelia, la razón pedida,
cogiendo flores Y cantando pasa.
XVII
Besa el agua que gime blandamente
las leves olas que jugando riza;
el sol besa la nube de occidente
y de púrpura y oro la matiza;
la llama en derredor del tronco ardiente
por besar otra llama se desliza,
Y hasta el sauce inclinándose a su peso,
al río que lo besa, vuelve un beso.
XVIII
Del salón en el ángulo oscuro
de su dueño tal vez olvidada,
silenciosa y cubierta de polvo
veíase el arpa.
¡Cuánta nota dormida en sus cuerdas,
como el pájaro duerme en las ramas,
esperando la mano de nieve
que sabe arrancarlas !
¡Ay!, pensé; ¡cuántas veces el genio
así duerme en el fondo del alma,
y una voz, como Lázaro, espera
que le diga: "¡Levántate y anda!".